Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
HISTORIA NATURAL Y MORAL DE LAS INDIAS



Comentario

CAPÍTULO XXI


De las causas que dan de no llover en los llanos



Como es cosa tan extraordinaria que haya tierra donde jamás llueve ni truena, naturalmente apetecen los hombres saber la causa de tal novedad. El discurso que hacen algunos que lo han considerado con atención, es que por falta de materia no se levantan en aquella costa, vahos gruesos y suficientes para engendrar lluvia, sino sólo delgados, que bastan a hacer aquella niebla y garúa, como vemos que en Europa muchos días por la mañana se levantan vahos que no paran en lluvias sino sólo en nieblas, lo cual proviene de la materia, por no ser gruesa y suficiente para volverse en lluvia. Y que en la costa del Pirú sea eso perpetuo, como en Europa algunas veces, dicen ser la causa que toda aquella región es sequísima e inepta para vapores gruesos. La sequedad bien se ve por los arenales inmensos que tiene y porque ni fuentes ni pozos no se hallan sino es en grandísima profundidad de quince y más estados, y aun esos han de ser cercanos a ríos, de cuya agua trascolada, se hallan pozos, tanto que por experiencia se ha visto que quitando el río de su madre y echándole por otra, se han secado los pozos, hasta que volvió el río a su corriente. De parte de la causa material para no llover dan esta. De parte de la eficiente dan otra no de menos consideración, y es que la altura excesiva de la sierra que corre por toda la costa, abriga a aquellos llanos de suerte que no deja soplar viento de parte de tierra, sino es tan alto que excede aquellas cumbres tan levantadas, y así no corre más del viento de mar, el cual no teniendo contrario no aprieta ni exprime los vapores que se levantan para que hagan lluvia. De manera que el abrigo de la sierra estorba el condensarse los vapores y hace que todos se vayan en nieblas esparcidas. Con este discurso vienen algunas experiencias, como es llover en algunos collados de la costa que están algo menos abrigados, como son los cerros de Atico y Atequipa. Iten haber llovido algunos años que han corrido Nortes o Brisas por todo el espacio que alcanzaron, como acaeció el año de setenta y ocho en los llanos de Trujillo, donde llovió muchísimo, cosa que no habían visto muchos siglos había. Iten en la misma costa llueve donde alcanzan de ordinario Brisas o Nortes, como en Guayaquil, y en donde se alza mucho la tierra y se desvía del abrigo de los cerros, como pasado Arica. De esta manera discurren algunos. Podrá discurrir cada uno como mejor le pareciere. Esto es cierto que bajando de la sierra a los llanos se suelen ver dos como cielos, uno claro y sereno en lo alto, otro oscuro y como un velo pardo tendido debajo, que cubre toda la costa. Mas aunque no llueve, aquella neblina es a maravilla provechosa para producir yerba la tierra y para que las sementeras tengan sazón; porque aunque tengan agua de pie cuanta quieren, sacada de las acequias, no sé qué virtud se tiene la humedad del cielo, que faltando aquella garúa hay gran falta en las sementeras, y lo que más es de admirar, es que los arenales secos y estériles, con la garúa o niebla, se visten de yerba y flores, que es cosa deleitosísima de mirar y de gran utilidad para los pastos de los ganados, que engordan con aquella yerba a placer, como se ve en la sierra que llaman del Arena, cerca de la ciudad de los Reyes.